Kerry L. Armstrong

Mi padre era promotor inmobiliario en Middle Tennessee y le demandaron un par de veces cuando yo era niño. Siempre quiso que fuera abogado para que pudiera ayudarle y proteger su negocio. La mayoría de los niños no quieren ser lo que quieren sus padres, pero ser abogado me parecía interesante.

Sin embargo, siempre me fascinó la delincuencia y sabía que quería dedicarme al derecho penal y no al civil. Desde séptimo curso supe que iba a ser abogado. En una época quise dedicarme a la política, pero acabé desinteresándome cuando llegué a la universidad y vi lo corrupto que es nuestro sistema político.

Siempre me ha fascinado la delincuencia, incluso en la escuela primaria. Me intriga saber por qué la gente hace las cosas que hace, especialmente en el mundo criminal. Antes de empezar la carrera de Derecho, me planteé ser fiscal. Sin embargo, trabajar para un abogado penalista en la facultad me hizo cambiar de opinión. Enseguida me di cuenta de lo maltratados que están los acusados en el ámbito de la justicia penal y quise ayudarles.

Me resulta interesante cómo las cámaras de los teléfonos móviles están cambiando actualmente los sentimientos de nuestro país hacia la policía y el sistema de justicia penal. Hace diez años, la mayor parte del país pensaba que la policía siempre tenía razón y tomaba las decisiones correctas. Pero en los últimos dos años parece que los vídeos de brutalidad policial se publican casi a diario, y muestran lo violentos e irrespetuosos que pueden llegar a ser los agentes de policía con las personas. Me molesta mucho que los agentes actúen así, y quiero ayudar a las personas que son víctimas de la brutalidad o la falta de respeto de los agentes.

Sí, definitivamente me centro en gran medida en los delitos sexuales. Son, con diferencia, los más difíciles de defender (incluso más que el asesinato), pero el reto es muy interesante.

Creo que el mayor éxito que he tenido fue en un caso de treinta y ocho cargos de abuso y violación de menores que defendí a finales de 2012. El cliente se enfrentaba a 348 años de cadena perpetua, algo casi imposible de comprender. El jurado votó inocente de los treinta y ocho cargos y el cliente pudo irse a casa e intentar rehacer su vida.

Le siguió de cerca un juicio por asesinato en primer grado, robo y conspiración que gané en 2005. El cliente podía ser condenado a muerte, pero la Fiscalía decidió no pedir la pena capital. Aún así, fue una sensación increíble absolver al acusado en un caso de cadena perpetua.

Me gusta ayudar a los "desvalidos", y eso es lo que son mis clientes. Aunque sean personas de éxito con mucho dinero, siguen siendo los desvalidos en el sistema de justicia penal. La Fiscalía dispone de recursos prácticamente ilimitados para perseguir los casos, y a menudo es muy difícil defender un caso contra una entidad con dinero ilimitado.

Aunque "ganar" un caso es a menudo sólo conseguir el mejor acuerdo posible, es gratificante salvar la vida de alguien, salvar su trabajo, salvarlos de tener que registrarse como delincuente sexual, o incluso salvarlos de una gran multa.

Soy muy exigente con quién contrato, especialmente con los abogados que trabajan para mí. Mis dos socios actuales no solo son abogados muy buenos y dedicados, sino que también son mis mejores amigos. Me deshago de los empleados que no se preocupan por los clientes o que escatiman en su trabajo.

Creo sinceramente que los tres abogados del bufete nos preocupamos de verdad por nuestros clientes, incluso por los que a veces nos dan problemas. Todos entendemos que cuando los clientes contratan a nuestro bufete, probablemente están pasando por el peor momento de sus vidas. Están muy asustados, aprensivos sobre el sistema de justicia penal, y a menudo incluso enfadados por su situación.

Los tres trabajamos muy duro para asegurarnos de que el cliente sale del sistema con el menor castigo o penalización posible.